Que los estatutos de las fundaciones incluyan entre sus fines y actividades el I+D o a desarrollar competencias digitales ya no es cosa únicamente de fundaciones especializadas, sino que la presencia de la tecnología va a ser imprescindible para poder materializar los objetivos fundacionales.

Estamos en plena transición tecnológica, no cabe duda de que el futuro es digital y que la conocida como ‘alfabetización digital’ es una de las mayores preocupaciones para organizaciones supranacionales como la Unión Europea, Naciones Unidas o el World Economic Forum (o Foro de Davos), quienes han empezado a destinar gran parte de sus presupuestos y acciones a mejorar estas competencias entre la población a fin de “no dejar a nadie atrás”, como se indica en la Agenda 2030.

Aquellas entidades que no se adapten al nuevo entorno, se quedarán obsoletas. Esto es una realidad. Por eso, la reformulación de las actividades y los nuevos enfoques son de una importancia estratégica, tanto para fundaciones en proceso de constitución, que tienen la oportunidad de orientar su trabajo integrando el componente digital desde su inicio, como para aquellas fundaciones con cierta andadura, que para seguir trabajando deberán adaptarse sin importar su sector. La tecnología está penetrando en todos ellos.

Como se ha comentado en anteriores ocasiones, las fundaciones no se escapan de la lógica del mercado, sometidas a la competencia y obligadas a diferenciarse si quieren ser sostenibles. En el sector fundacional, el no tener ánimo lucrativo no es una variable diferencial, en cambio, aprovechar el momento presente sí puede serlo. Si bien en el futuro la digitalización de todo tipo de fundaciones va a ser imprescindible, hoy en día todavía puede ser un elemento innovador en determinados sectores, brindándoles la oportunidad de ser pioneras en su campo, de forma que una vez que todas se vean obligadas a digitalizarse, éstas ya tengan experiencia y cuenten con los recursos y estrategias plenamente integradas, siendo más robustas y confiables que su competencia.

Dentro de esta nueva lógica se incluye la necesidad de profesionalizar el sector. Si bien muchas fundaciones no pueden permitirse la contratación de profesionales, el recurso de los voluntarios debe de acotarse y diseñar programas de captación de voluntarios más dirigidos, diferenciando los perfiles más generalistas de aquellos que puedan desarrollar algunos de los pilares de las fundaciones que habitualmente se relegan a un segundo plano pero que son de especial importancia: tecnología y comunicación. Contar con especialistas es de vital importancia para su mantenimiento y escalabilidad. Resulta curioso comprobar cómo mientras que los individuos son conscientes de la necesidad de formarse en competencias digitales, las organizaciones sean más reacias a integrarlos. Es aquí donde es importante diferenciar entre gasto e inversión.

Bien, es fácil hablar, pero la mayoría de pequeñas y medianas fundaciones pueden leer estas líneas con reticencia dado que cuentan con recursos limitados y miran de hoy para mañana por imposibilidad de plantearse el concepto de inversión.

Pongamos un ejemplo de uno de los sectores en los que a priori más prescindible parece la tecnología:  las fundaciones de ámbito comunitario, de cercanía, que buscan proporcionar recursos básicos a personas necesitadas. Se trata de un trabajo de tú a tú, difundido por el boca a boca y donde los recursos que se ofrecen son materiales, como comida, productos de higiene, hospedaje, etc. Destinar parte de los fondos a integrar la tecnología en su organización implica reducir el número de beneficiarios, ¿por qué iban a hacerlo entonces? De nuevo volvemos a la importancia de la profesionalización, cuando es urgente la conversión de la tecnología en acciones reales, como la captación de recursos o voluntarios, no se puede probar, hay que andar con seguridad. El COVID ha evidenciado cómo los bancos de alimentos pueden cambiar su sistema de trabajo pasando de la compra de bienes materiales a la donación de efectivo en las cajas de los supermercados. El boca a boca y acciones como la compra de productos materiales son propias de una generación que está envejeciendo, los nuevos donantes se ‘descubren’ gracias a Internet y las redes sociales, donan mediante pago bancario, sistemas como PayPal o Bizum y localizan voluntarios gracias a plataformas como Hacesfalta.org, LinkedIn o publicaciones en redes sociales. Por no hablar de la formación ofrecida a sus beneficiarios. Aquellas fundaciones que traten de formar a sus usuarios para que puedan integrarse en el mercado laboral, deberán de incluir en sus programas formativos competencias digitales. Según los estudios realizados por el World Economic Forum está será la principal causa de exclusión social en los próximos años.

Concluyendo: por difícil que pueda resultar la digitalización de las fundaciones e incluso innecesaria en determinados sectores, hay que dejar de pensar en términos cortoplacistas, de tratar de ayudar a las causas urgentes hoy, pues podemos estar camino de impedir que se pueda contribuir a las de mañana. Destinar partidas y recursos para el desarrollo de una estrategia tecnológica es una apuesta segura y necesaria.

 

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